LOS ALEBRIJES
Seres mágicos, extraños y fascinantes surgidos de un sueño
Jaguares con alas de dragón, gallos con cuernos de toro, conejos y camaleones con alas de mariposa, criaturas reales, fantásticas e imposibles. Fascinantes y aterradores, los alebrijes son una de las manifestaciones más representativas del arte popular mexicano en todo el esplendor de su creatividad y colorido.
Existen dos versiones en torno al origen de estas criaturas. La más difundida y aceptada cuenta que el artesano oriundo de la Ciudad de México Pedro Linares, enfermó de gravedad, durante el que entró en un sueño alucinante, donde se encontró con personas fallecidas, entre ellas su hermano, y a una serie de figuras improbables que combinaban elementos fisionómicos de distintos animales y gritaban la palabra “alebrijes”.





Existe otra versión que sitúa el origen de los alebrijes en el estado de Oaxaca y en la mitología del pueblo zapoteca. De acuerdo con esta tradición, cada ser humano llega al mundo acompañado de un animal que estará a su lado a lo largo de toda su vida. A este animal guardián se le llama nahual y suele ser representado bajo la forma de un alebrije.
Es posible que ambas versiones tengan algo de verdad y algo de fantasía. Lo cierto es que los alebrijes se elaboran principalmente en la Ciudad de México y Oaxaca, que guardan semejanzas y al mismo tiempo se elaboran con técnicas, estilos y materiales distintos. Los alebrijes típicos de la Ciudad de México se realizan con la técnica de cartonería, de la que su creador era un experimentado artesano. Todo empieza con una base de alambre que se moldea para formar el esqueleto de la figura, que luego se recubre con varias capas de papel periódico, engrudo y cartón, que se seca al sol antes de incorporar elementos más pequeños y detallados. A continuación, se le aplica una mano de pintura blanca que se deja secar antes de pintarlo con distintos colores. Por otro lado, los alebrijes de Oaxaca se elaboran en madera de copal tallada a mano y se inspiran en las figuras míticas de los nahuales. En ambas tradiciones, cada pieza es pintada a mano con una variedad de colores brillantes y contrastantes, y decorada con distintos patrones, como puntos, rayas y grecas. Además, al ser un trabajo completamente manual y no usarse moldes, cada alebrije es una creación única e irrepetible.
